El 1 de julio daba comienzo el Campo de Trabajo de Valencia en el colegio Escuelas Pías Malvarrosa. Todo empezaba con nervios y caras nuevas, pero con la ilusión y las ganas de dar comienzo a esas dos semanas que teníamos por delante.
Los días empezaban con un poco de música y juntos nos íbamos a la oración que nos servía para empezar bien el día y darnos fuerzas. Después del desayuno, las voluntarias y voluntarios nos íbamos con nuestros coordinadores a los proyectos y ahí empezaba lo fuerte, aunque fuertes eran los 50 minutos de autobús para llegar a Saó, en Patraix, pero esto no paró a Ana, capitana de Saó, junto con sus voluntarias Unai, Belen, Micaela, Ana y Coral que aprovechaban el bus para descansar un poco. Moncho, el capitán de Llum, junto con Adaya, Moisés, Sofía, Carmen, Elena y Gema, lo tenían un poco más fácil puesto que su proyecto estaba dentro del colegio, pero no tenían la suerte de pegarse una pequeña siesta en el autobús con aire acondicionado. Por último, pero no por ello menos importante, Marta, capitana de Amaltea, en Velluters, junto con Raúl, Estela y Maite, los cuales también se daban un buen paseo que servía para comentar como había ido el día, no faltaban las risas.
Y nada de esto hubiera pasado sin la súper coordinación general del campo de Alejandra, que nos sacaba una sonrisa en todo momento. Junto a ella también estaban Natalia y Estela, apoyándonos en todo, además de coordinar las formaciones.
Gracias a la ayuda de todas y todos esto fue posible, además de la amabilidad de las formadoras y formadores que pusieron su empeño y su tiempo en pasarse por el colegio para enseñarnos algo nuevo cada tarde. Aprendimos mucho de ellos sobre cómo afrontar ciertas situaciones, entender algunos comportamientos y mejorar el trato a todos los niños y niñas con los que tuvimos el gusto de compartir nuestro tiempo.
Por si fuera poco, todas las tardes teníamos el esperado rato de las duchas, las reflexiones (donde podíamos desahogarnos con los coordis) y las tareas. Y por último, nuestro momento de desconexión y de tranquilidad, el rato de oración en el que podíamos descansar en el Señor lo vivido durante el día.
Además, tuvimos la suerte de vivir el 30 aniversario del Campo de Trabajo, el cual celebramos el segundo domingo con aquellas personas que habían vivido el campo o habían ayudado a que fuera posible. Fue un buen día en el que pudimos disfrutar de la eucaristía y de una merienda con todos.
El campo llegó a su fin pasado sábado 15, con mucha tristeza por despedirnos de aquellas personas con las que habíamos convivido estas semanas, pero con el corazón lleno de todo lo que habíamos tenido la oportunidad de conocer.
Llegamos con miedo al campo, sin saber qué nos encontraríamos y acabamos con otra forma de ver el mundo y la satisfacción de la ayuda que habíamos proporcionado, además del recuerdo de las personas que conocimos, tanto niñas y niños como voluntarios y con la seguridad de que pronto, volveremos a vernos. Gracias a todos por poner vuestro granito de arena, porque juntos hemos hecho mucho.
(¡Gracias, Coral, por tus palabras explicando este CT23!)