«Los que siembran con lágrimas recogerán con alegría». (Sal126, 5) Esta máxima milenaria, arraigada en la experiencia humana del trabajo, el esfuerzo y también la pereza, se ha puesto en práctica en el proyecto de promoción de la mujer rural, desarrollado en nuestra presencia de Kikonka, en la República Democrática del Congo. Y qué decir de la irónica exclamación de este anciano durante la sesión de fotos durante la cosecha del cacahuete. «Se ha corregido la injusticia». No lo decía con buena intención: la pobreza es una injusticia. Es como una sesión de fotos en la que algunas personas son olvidadas. ITAKA fue a ver a estas personas olvidadas en el pueblo de Kimayala.
Las mujeres del pueblo, acompañadas de unos pocos hombres, se organizaron en una cooperativa agrícola y, por primera vez, crearon un campo comunitario de cacahuete y maíz. La ambición era modesta, pero el reto era grande en esta estación seca. Además del clima caluroso, también tuvieron que hacer frente al reto inherente a todo trabajo en grupo: facilitar la cooperación entre los miembros y aunar intenciones y fuerzas.
El proyecto fue un éxito, pero no estuvo exento de dificultades. Se eligieron las orillas del río Gueba, que atraviesa el pueblo. Una vez finalizado el proceso de arrendamiento de la tierra, siguió el desbroce, el arado y la siembra. Para estas mujeres, todas amortiguadas por la dureza de la vida, fue necesario desafiar la fatiga de las jornadas y las dificultades de trabajar en grupo. La apuesta valió la pena, y la brisa del río Gueba pudo acariciar las plantas de maíz, que pronto empezaron a lucir en todo su esplendor.
Tres meses después, llegó el momento de la cosecha. El tom-tom no ha sonado, pero late más fuerte en los corazones de la gente, dando paso aquí y allá a sonrisas y estallidos de risa que han dejado paso a las dudas iniciales. La cosecha es hermosa y prometedora. Las ventas nos animan a repetir la iniciativa a gran escala; el entusiasmo es perceptible en esta zona aislada donde hombres y mujeres sólo aspiran a una vida mejor. El proyecto de Itaka es portador de una nueva imaginación que desestructura las estructuras de la pobreza. En Kimayala, pequeños brotes de Itaka están dando pequeños pasos femeninos.